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Frase de la semana

Frase de la semana

martes, 9 de julio de 2013

No sé qué hacer, siento tanto miedo…

El miedo es una emoción que, como otras muchas, forman parte del componente adaptativo que tenemos las personas y los animales. El miedo surge ante un peligro presente o una potencial amenaza a nuestra seguridad y bienestar, tanto físico como psicológico. Tiene un alto componente adaptativo ya que busca afrontar los problemas de superviviencia, detectando el problema y respondiendo ante él.

Cuando el miedo es normal, nos ayuda y nos prepara para superar las adversidades. El problema surge cuando el miedo nos bloquea y nos genera dolor e indefensión.
Para entender qué nos pasa nos ayudará saber algo más acerca de esta emoción, el miedo. De esta manera ante situaciones generadoras de miedo podremos identificar la emoción, permitirnos sentirla y actuar en consecuencia.

Qué es y cómo surge el miedo

Los miedos pueden ser naturales y aprendidos. 

A través del sistema más simple de aprendizaje que tenemos las personas y los animales, podemos asociar estímulos generadores de miedo y malestar con estímulos que son neutros. Por ejemplo, el miedo a montar en un avión puede venir de la asociación que una persona hace entre este elemento (neutro, que no provocaría reacción ninguna) y las sensaciones de cambio de presión que le ocurren al despegar y aterrizar el avión (activación en el organismo que pudiera resultarle desagradable). A partir de producirse esta asociación cuando esta persona se encuentre otra vez viviendo la misma situación aparecerán las mismas respuestas de activación. Este tipo de aprendizaje está en la base de muchos de los miedos que presentan las personas (al avión, ascensores, al trabajo, hablar en público,…).

En otras ocasiones, los miedos son aprendidos a través de transmisión cultural, y la observación o modelos. En estos casos, el aprendizaje se produce sin necesidad de experimentar la situación traumática (miedo a las ratas, miedo a la muerte…).

Cómo es su proceso

Los estímulos capaces de producir miedo son muchos y muy variados, y no solo su presencia lo desencadena. En algunos casos surge esta emoción por la ausencia de estímulo (ej. El niño que ante la ausencia de la madre).

El organismo responde ante estos estímulos con una rápida activación general de sus sistemas nervioso y endocrino, que se traduce en cambios en el sistema muscular, circulatorio, respiratorio, endocrino, de la piel con sudoración, palpitaciones, sequedad en la boca, náuseas, micción…, así como cambios en la expresión corporal.

La interpretación y la valoración que se da a estos elementos desencadenan el componente de activación, y facilitan respuestas motivadoras asociadas al riesgo y a la superviviencia. La evitación o escape de la situación peligrosa y, los vínculos sociales de protección y ayuda, son respuestas que se mantendrán en un futuro ya que tienen un valor reforzante al aliviar a la persona de emociones negativas asociadas al miedo (Por ejemplo, quien teme enfrentarse a su jefe, evitará encontrarse con él en la oficina; quien teme subir en ascensor, cogerá las escaleras).

Los pensamientos propios de cada individuo, contribuyen también al proceso de afrontamiento del miedo, jugando un papel determinante en la conversión del proceso en futuro problema para la persona.

Miedo normal o miedo patológico

El miedo es una emoción adaptativa cuando se produce ante una amenaza real, y con una respuesta lógica y con un resultado normal en el individuo. Sin embargo, los miedos también pueden derivar en lo patológico y convertirse en trastorno psicológico cuando cumplen con las siguientes características: son excesivos y desproporcionados antes situaciones concretas, producen reacciones incontrolables por parte del sujeto, interfiere en la vida cotidiana y en los distintos ámbitos de la persona.

Cuando el miedo se convierte en un problema disfuncional, se produce el bloqueo emocional y se incapacita la conducta normal de la persona. La sensación de peligro ocasiona una disminución del sentido de seguridad, e incrementa la pérdida de confianza en los propios recursos para afrontar situaciones concretas. Todo ello conlleva consecuencias que desestabilizan el bienestar de la persona.

El miedo está en la base de las fobias, ataques de pánico, trastornos de ansiedad, trastornos de estrés postraumático, trastornos obsesivo-compulsivos…

Hay un fenómeno que se produce y que incrementa las dificultades, y es lo que se denomina "miedo al miedo”. El temor a que se vuelva a producir la misma situación mantiene e incrementa los miedos, dificultando la adaptación normal a la situación (ej. Volver a conducir tras un accidente grave de tráfico; montar en un ascensor tras un episodio traumático…). Pensamientos distorsionados y el miedo a revivir el temor llevan a la persona a optar por conductas de evitación y escape del dolor y del sufrimiento.

Estas conductas que pueden resultar válidas a corto y medio plazo, más a largo plazo, generan sobre todo inconvenientes y acaban provocando ansiedad y pérdida importante de confianza en uno mismo.

¿Cómo puedo vencer mis miedos?

Solo puedo superar los miedos enfrentándome a ellos. Eso sí, no de cualquier manera.

Hacer un buen análisis del problema, sus antecedentes, síntomas, pensamientos asociados y consecuencias que mantienen el problema, ayuda a buscar tanto técnicas como recursos que amortigüen su afrontamiento.

Dar pequeños pasos ayuda a incrementar la confianza en nuestros propios recursos. Ir poco a poco, partiendo de acciones sencillas que nos expongan a la situación y que vayan suponiendo pequeños acercamientos y éxitos en nuestro objetivo final. Ayudarnos de pensamientos motivadores, positivos y reforzantes. No culparnos ni reprocharnos por no ser capaces de llevarlo a cabo. Saber que me llevará un tiempo y paciencia. Todo esto son pequeñas ayudas que nos pueden animar a actuar y romper con el bloqueo que nos impide seguir adelante en nuestro día a día.

Si nos resulta muy difícil su afrontamiento, si el miedo es de gran intensidad, u obstaculiza las exigencias del día a día, puede resultar adecuado contar con la ayuda de un psicólogo profesional. Esta persona, tras la evaluación y análisis de la situación, se encargará de guiar en este proceso de superación, cambiando conductas desadaptativas y entrenando técnicas que ayudan a solucionar este tipo de situaciones.

Lo importante, a la hora de determinar qué hacer con tus miedos es que te plantees si te merece la pena seguir viviendo con el miedo y reduciendo así tu satisfacción personal, o luchar por tu bienestar y enriquecimiento personal.



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