La razón está precisamente en que ahora hay que despertarse antes, comer todos los días a la misma hora y en el mismo lugar, contando con menos tiempo y menos tranquilidad de lo que suele ser habitual en verano y de lo que gusta a muchas personas. Actividades placenteras como leer, pasear, hacer actividades artísticas, etc. se quedan sin espacio, y las relaciones sociales tienden a disminuir. La vivienda en la que hemos estado durante el descanso también suele cambiar.
Todo cambia. Pasamos del descanso y del placer a las tareas rutinarias, a las obligaciones y a las demandas de trabajo, de la familia y de las actividades del día a día. Como en cualquier otra situación de cambio, las personas necesitamos adaptarnos, tomándonos dando el tiempo que sea preciso y cuidando que todo sea lo más liviano posible.

¿Qué podemos hacer para facilitar este proceso?
Con una serie de pautas podremos minimizar nuestra vuelta al trabajo:
- Es conveniente volver de las vacaciones unos días antes de la incorporación al trabajo. De esta forma podemos ir ajustando los nuevos horarios a los que tendremos una vez iniciemos el trabajo.
- Comenzar las actividades de manera gradual, siendo conscientes de que según vayan pasando los días nos encontraremos mejor y nuestro rendimiento irá incrementándose hasta llegar a ritmos de períodos anteriores.
- Plantearse la vuelta al trabajo con una actitud positiva y renovada. Siempre podemos hacer cambios, mejorar y avanzar en nuestra carrera profesional.
- Estar abiertos a nuevas experiencias, tareas, cursos… nos animará a comenzar con un mayor ánimo. Crear nuevas ilusiones siempre es una gran ayuda.
- Tomar conciencia con el momento presente para normalizar la situación y no pensar en todo lo que queda para volver a tener otras vacaciones.
- Pensar que si tenemos vacaciones es porque tenemos trabajo.
Por ello, ánimo a la vuelta al trabajo que hay mucho por hacer y mucho por vivir.
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